¡Nada se repite! Hay experiencias que, por un motivo u otro, parecen repetirse una y otra vez. Respecto a eso he escuchado argumentar que ello es así porque esa circunstancia o experiencia contiene un mensaje o enseñanza que, hasta que no se reconozca irá regresando y manifestándose. ¡Se dice que todo tiene un porqué y un para qué! También he escuchado que lo importante para aprender aquello, que esas circunstancias vendrían a enseñarnos, consiste en el “cómo” se afronten dichas experiencias. No estoy de acuerdo con esas opiniones porque, una vez más, olvidamos que todo “ser algo” y/o ser de alguna manera para alguien, esto es, toda circunstancia, todo acontecer, todo acontecimiento, toda relación, toda vivencia…,” siempre será de naturaleza ilusoria o ficticia; simplemente todas las experiencias humanas se corresponden con juicios que discurren en un mundo mental y que protagonizan un personaje igualmente ilusorio.
En el Estar Siendo todo-nada-uno y/o en el fluir incesante de la
absoluta incertidumbre e indeterminismo que manifiesta la realidad,
nada se repite jamás…, pues nada hay siendo “un” algo. Las
repeticiones, las casualidades, las sincronías, las leyes
espirituales y todo cuanto quiera añadirse a esa lista de aparentes
realidades, únicamente pertenecen al mundo imaginario de las
creencias y/o de las creaciones mentales. Sólo en ese ámbito
ficticio, originado con la supuesta identificación de la consciencia
con una comprensión egoica, victimista, culpabilizante, limitada,
etc., del Estar Siendo universal, pueden repetirse las percepciones y
los juicios. Paradójicamente, todas las experiencias posibles -sin
excepción absolutamente no-reales-, por muy nuevas, originales y
novedosas que parezcan, estará creándolas el mismo individuo que
también crea estar vivenciándolas. ¿Por qué y para qué entonces
esa reiteración de situaciones y experiencias…, aunque pertenezcan
a un mundo y a unos personajes ficticios?
Todo es fruto de nuestras
creencias; nosotros mismos estamos creándolo continuamente a partir
de la creencia en nuestra propia identidad. Nuestras creencias van
con nosotros allá donde vayamos nosotros, pues nosotros mismos
somos esas creencias, ¿será ese el motivo por el que no importa
dónde estemos, ni con quién estemos, siempre continuemos
percibiendo y creando la misma irrealidad? Respecto al “para qué”
nuevamente aparece otra paradoja: por una parte así se
retro-alimenta la creencia en el protagonista de ello, pero, por otro
lado, gracias a tanta falacia la consciencia terminará por darse
cuenta de la innecesariedad y de la fantasía que supone todo eso.
Situándose en una consciencia menos identificada y/o apegada a las
creencias dualistas y deterministas -que hacen percibir la
incertidumbre de la realidad de una manera particular, limitada y
mínimamente controlable (necesidades propias del ego), resulta
bastante más fácil “darse cuenta” de que el experimentador y
sus experiencias “sencillamente no son reales”. Una vez
comprendido y aceptado que siendo ilusorio todo alguien y todo ser
algo para alguien, ¿para qué debería seguir creyéndose aquello
que crea repetitivamente aquellas circunstancias, experiencias, etc.,
cuando ello jamás servirá para alterar en lo más mínimo el fluir
absolutamente incierto de la realidad?
ESTAR SIENDO... (NO-UNO)
No hay comentarios:
Publicar un comentario