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viernes, 6 de noviembre de 2015

Heredar el pecado original

¿Qué diferencia real puede haber entre vivir temiéndole a la divinidad y vivir temiéndole al Estar Siendo del Uno mismo desprovisto de la identidad particular que otorgan las creencias? La expresión "Dios une", ¿de dónde puede proceder, sino de la creencia humana en la existencia de la separación que precisa de ser restaurada? ¡He ahí que no habiendo ningún Estar Siendo determinado, al creerse e identificarse con una individualidad, el ser humano vive en una realidad troceada! Soltar la creencia en la existencia de “un dios” libera a la humanidad del enorme peso psicológico -el peso de las creencias- que ha ido acumulando ancestralmente; pero no porque la creencia en dios y en uno mismo sea buena y/o negativa, sino porque es una creencia: “la primera creencia”.
La fe no consiste en creer en algo, pues no hay la menor necesidad real de nada que sea la fe y mucho menos que consista en la fe de alguien en algo. Las creencias (creaciones y/o ilusiones mentales) convierten en ilusorio tanto al creyente como a lo creído por dicho personaje. Si tener fe consiste en creer y/o en dejar de creer, en lugar de tener fe date cuenta de que no hay nada que no este consistiendo en el Estar Siendo de todo a la vez… y sin necesidad de que nada sea algo determinado que tenga que ser comprendido ni aceptado por alguien ilusorio: ¡Nada-Uno! Si la fe -esa cosa extraña y dogmática de la que tanto hemos oído hablar-, pudiera manifestarse de algún modo, diría que seguramente sería abandonando, soltando, dejando ir… la creencia en cualquier necesidad de creer en la existencia determinada de algo, pues la realidad trasciende cualquier necesidad de creencia. ¿En qué consiste realmente la fe de alguien en algo, a parte de en la creencia de ese alguien en la autenticidad de sí mismo?
No puede haber otra fe que la consistente en aceptar la falacia de nuestra existencia particular. ¿No consistirá el “pecado original bíblico”, que supuestamente supuso la expulsión del hombre del paraíso y de la compañía de su creador, precisamente en la creencia de la creencia de un hipotético e ilusorio alguien, acerca de la existencia de un dios creador, y, por lo tanto, diferenciado y separado de cuanto no consistiera en el Estar Siendo único, simultáneo, instantáneo, universal e indeterminado (todo-nada-uno)? Creer o no creer no es tener fe; para creer o dejar de creer antes tiene que admitirse la existencia de “un” creyente. ¡Creer en la existencia de un creyente anula cualquir posibilidad fe no religiosa! ¿No será quizás la primera creencia -la creencia en dios- aquel primer pecado que se hereda, esto es, el origen de la creencia en el creyente y/o el ser humano identificado como una entidad creada y, por lo tanto, distinta y separada del creador?
El ser humano se auto-expulsa de la realidad al creer en su existencia y en la existencia de Dios como “un” algo distinto al Estar Siendo de nada concreto. Mientras que en la consciencia persista la creencia en la presencia de un sujeto, cualquier tipo de creencia equivaldrá a crear la idea psicológica del pecado, de la culpabilidad, del castigo, del miedo y de todo cuanto lleva configurando la existencia de la humanidad desde siempre.


Juande Puerta.
ESTAR SIENDO... (NO-UNO)

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